viernes, 24 de julio de 2009

30 AÑOS DE LA REVOLUCION SANDINISTA: crónica de un proceso

“Tiene unas horas de edad la Nicaragua recién nacida en los escombros, verdor nuevito entre las ruinas del saqueo y de la guerra; y la cantora luz del primer día de la Creación alegra el aire que huele a quemado”.

Eduardo Galeano – “Memoria del Fuego III”

Las enseñanzas sobre el pueblo de Nicaragua en aulas y televisores en Chile son más bien remotas. Nicaragua es el territorio políticamente delimitado más grande de Centroamérica, pero a la vez, el menos habitado. Limita a los lados con distintos oleajes, arriba y abajo con pueblos hermanos, hijos de una misma historia. No se sabe bien el origen de la palabra “Nicaragua” (se habla que provendría del náhuatl, cuyo significado apelaría a la vital relación que mantenían niracaos y chorotegas con los lagos de agua dulce más grandes de Centroamérica), lo que sí sabemos es que hace 30 años atrás, Nicaragua cobraría sentido para somozas y sandinos, los primeros en dinastía, los segundos como pueblo.

Augusto César Sandino, quien fuese llamado “General de los Hombres Libres”, sería asesinado por fusiles Springfield 1903 y subfusiles Thompson, ambos modelos estadounidenses disparados por encomienda del jefe director de la Guardia Nacional nicaragüense, Anastasio Somoza García. Homicidio que se planificó para luego de una reunión que sostuvo Sandino con Juan Bautista Sacasa, entonces presidente de Nicaragua, cuya asunción al poder habría espantado la intervención directa norteamericana, pero que sería derrocado por el mismo Somoza asesino de Sandino y hombre de confianza de Washington. Su hijo Luis sería heredero del trono, y luego su hermano, homónimo de su padre, Anastasio Somoza Debayle. Santos López, Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge y los demás se encargarían de resucitar a Sandino desde la selva, pues ya no bastaba con rezar y vendría la mano sandinista a cobrar justicia contra el fundo de los Somoza. Triunfaría un 19 de Julio de 1979 la revolución sandinista. Las peleas de familia quedarían atrás, ahora había que defender lo hecho a muerte, porque lo hecho era Nicaragua, Nicaragüita para los nicaragüenses.

Se alcanzaron a implementar reformas que hoy en día se celebran: la cruzada por la alfabetización y la reforma agraria. Pero las fuerzas contrarrevolucionarias instaladas aún en el país seguirían al asedio con más recursos y armamentos. Se firmaría la paz que llamaría a elecciones, ya no fraudulentas, sino reales. Los sandinistas ganarían las dos primeras, pero en la tercera tuvieron que entregar el ejecutivo. Tomás Borge, uno de los históricos del FSLN, se excusa: “En algún momento nosotros creíamos que éramos más infalibles que el Papa, que teníamos la razón y la experiencia demostró que no era así. Me arrepiento de algunos de mis pecados, porque el que no se arrepiente de sus errores no es revolucionario”. Eso sí, Borge irradiaría más cristianismo que el Papa.

Algunos se irían, volverían o se quedarían allá. Era la hora de reformular y repensar el proceso, cosa que tardaría más de 15 años. Sin embargo, todos contemplaron la llegada de Daniel Ortega a la presidencia el año 2006 en representación del Frente Sandinista de Liberación Nacional. A 30 años, las revoluciones triunfan, crecen, caen, se retuercen, reflexionan, algunos huyen, otros se quedan empujando, y allí están, nuevamente arriba, mirando hacia atrás, al menos por un día en medio de Julio: “El Frente no nació de una asamblea o de un congreso, ni lanzó una proclama anunciando su creación. Ni tampoco presentó un programa. En el Frente primero fue la acción y en base a sus primeras experiencias fue formulando y reformulando, porque siempre ha tenido un gran sentido autocrítico, su programa, su estrategia y su táctica. El FSLN es un producto genuino de la historia popular de Nicaragua” (Carlos Fonseca Amador)



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